Semana Santa en Portugal

Corre y va de nuevo. Estos dos últimos años he tenido unas peculiares vacaciones de la Semana Mayor. El año pasado viajé a Quetzaltenango y Totonicapán, en la parte alta del occidente de Guatemala. Disfrutando de "un frío verano" como calificamos junto a Gaby y Josué a aquella experiencia que recuerdo con mucho cariño. Caminar jueves santo en los senderos boscosos de Campanaabaj en Toto y disfrutar de la niebla de la mano de mi novia y acariciar la belleza natural de esos parajes gélidos me inyectó una energía que hoy por hoy sigo asimilando y aplicando en los senderos de mi realidad rutinaria. Esa abstracción del corre corre diario y del aislamiento, convertido en prisión del trabajo, significó una renovación espiritual hacia la naturaleza, sumándole la compañía de la mujer que me hizo reinventar el amor y darle un giro a mi vida.
Este año, lamenté mucho, primero, no comer del delicioso pescado seco bañado en un exquisito recado que cocina mi mamá y sentarme a degustar de un almuerzo junto a ella y mis hermanos; segundo, no recorrer los cortejos proesionales con Lucy y sentarme a hablar horas y horas con ella sentados cerca de las coloridas alfombras mientras los penitentes en agonía sufren con el anda procesional en sus hombros adoloridos.
Pero así es la vida. Los giros, a veces leves, a veces fulminantes, lo llevan a uno a otros lugares. Es tan impreciso saber lo que le deparará la vida cada día, cada semana, cada año. Ahí es donde se aplicaría muy bien lo que Jéssica me replica a cada momento: "Haz planes para hacer reir a Dios". Esta vez, esa vuelta me trajo a Europa y, sin la más mínima sospecha me hizo compartir junto a David, Jorge, Mario, Luz Jenny, Rocío, Helen y Pedro Pablo unas vacaciones púrpuras en la maravillosa Portugal. Un país fantástico, lleno de historia y belleza sazonada con lo añejo, con lo decadente. Una potencia detenida en el tiempo, con resabios de lo que otrora fuese la Portugal pujante, dominante y conquistadora. Hoy quedan resquicios convertidos en encantadores parajes. Con gente pecualiar y amable. Una ciudad de ensueño, romántica y con una calidez humana que hace olvidar -tan solo por momentos- del viento frío que se apodera de nuestros cuerpos.
Espero que mañana pueda subir las fotos, porque hoy el internet está un poco lenta y yo cansado. Así que subiré el patente gráfico de la belleza portugesa (com certeza) para que disfruten de esta ciudad.

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