Contemos hasta tres

Recibí este artículo publicado hace muchos años por el periodista, columnista, poeta y dramaturgo, Manuel José Arce, el cual es una buena excusa para reflexionar por sus aportes valederos y muy vigentes de una de las mejores plumas que ha tenido Guatemala.


Manuel José Arce*

Contemos hasta tres. Y en ese momento nos vamos a quedar todos quietos. Todos nos vamos a quedar pensando. Pensando poco a poco, hasta que pensemos de verdad porque ya se nos olvidó pensar. Quietos: no vamos a seguir haciendo lo que estábamos haciendo. El asesino no va a cometer el crimen. El torturador no seguirá torturando. El ladrón no va a robar. El mercanchinfle no va a subir el precio. El abogado no va a engañar al cliente. El funcionario no va a hacer la movida chueca. El empleado no va a morder.
Detendremos, al contar tres, el insulto que ya salía y pasaba entre los dientes; la mentira que se estaba asomando; la calumnia que ya empezaba a mostrar su lengua bífida; la delación que había sacado ya la punta del puñal.
Detendremos, al contar tres, la cólera y la soberbia, el rencor y el resentimiento, la prepotencia y la humillación, la voracidad y el inescrúpulo.
Nos quedaremos quietos, al contar tres, a medio atropello del derecho ajeno, a media injusticia contra el desvalido, a medio abuso, a media astucia, a medio engaño. Y no seguiremos. Nos quedaremos como cuando los patojos juegan “estatuas” o juegan “congelado” o “electrizado”, ya no me acuerdo.
Prácticamente, detendremos toda la vida del país, todo el “normal desarrollo de las actividades”.
Al contar tres. Y pensaremos, digo. Y nos veremos nosotros mismos. Y evaluaremos nuestra actividad.
¿Cuánto dolor le hemos causado a la víctima?
¿Cuánto cabía de engaño en nuestra demagogia?
¿Cuántos panes le arrancamos de la boca a la pobre gente pobre?
¿Cuántos niños no tendrán ni escuela, ni ropa, ni casa, ni salud, ni alimento, ni risa, ni alegría, ni vida por nuestro “beneficio”?
¿Cuántas muchachas se quedarán “así” por haber satisfecho nuestra lujuria y nuestra inseguridad de machos, que necesitamos comprobarnos a cada rato?
¿Cuántos hogares se han quedado enlutados por nuestros crímenes?
¿Cuántas gotas de sudor ajeno cuesta nuestra última “transacción”?
¿Cuánto de vergüenza nos produciría, si tuviéramos vergüenza, nuestra última movida?
Sólo hasta tres, contemos. Y sólo hagámoslo una vez. Pero todos al mismo tiempo.
Si contamos hasta cuatro, ya empezamos con dudas y babosadas.
Mejor hasta tres. Y nos quedamos quietos, callados, pensando, pensando hondo, pensando duro, pensando sin miedo de vernos tales y como somos. No miremos a los demás: mirémonos cada quien a sí mismo. Con valor. Aunque duela al principio. Aunque no nos guste. Aunque nos den ganas de no pensar, de mirar para otro lado, de decir: “Ve, tan feyo aquel baboso”: no se trata del otro, sino de uno, pues.
¿Juega?
Sólo vamos a contar hasta tres, nos vamos a quedar quietos, vamos a pensar. Durará, quién sabe, quizá cinco minutos, quizá un año, quizá un siglo, quizá hasta que aprendamos a vivir como la gente. De todos modos no perdemos nada: para hacer lo que estamos haciendo, más vale que nos quedemos quietos. De cualquier forma, lo que hagamos después será menos malo que lo que hacemos ahora. Aunque sean sólo cinco minutos o sólo un siglo.
¿Para qué?
¿Y por qué no?
Sólo es por jugar. Por ver qué pasa. Por joder la pita. Bueno, ¿listos?
A la una, a las dos y a las… ¡Pero no empecemos a hacer trampa, por Dios Santo!




*Manuel José Arce Leal fue poeta guatemalteco, nacido en 1935. Considerado uno de los escritores nacionales más relevantes y su obra ha sido traducida a varios idiomas. En los ochentas tuvo que abandonar el país ante las amenazas por parte del régimen de Romeo Lucas García. Estando en Francia ocurrieron las peores masacres y como protesta por las mismas escribió unos duros poemas en contra de Efraín Ríos Montt, los cuales fueron censurados. Falleció de cáncer pulmonar en su exilio.

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