Festimad: Apoteósicos Pearl Jam

Escrito por Juan Miguel Revilla

Fotos de Eswin Quiñónez.- Los estadounidenses Pearl Jam, los grandes supervivientes de la época del grunge, ofrecieron la noche del sábado en Leganés (Madrid) uno de los conciertos más impresionantes que se recuerdan en la historia del Festimad Sur. Cerca de 20.000 personas entregadas a Eddie Vedder y los suyos corearon estribillo tras estribillo y jalearon cada alocución del cantante, que leía su chuleta en un castellano horrible entre trago y trago a una botella de Vega Sicilia.
El show se dividió en dos partes. La primera estuvo más centrada en los temas del último disco, Pearl Jam, en los que tanto el guitarrista, Mike McCready, como el batería, Matt Cameron, se lucieron con sendos (e impresionantes) solos. La imagen de McCready con la guitarra en su espalda interpretando Go sin fallar una nota será muy difícil de olvidar.
La segunda, introducida por Last Exit, tiró de repertorio clásico, para delicia de aquellos que seguían a los de Seattle allá por los inicios de los 90. Además de la maravillosa Black, presentada por Javier Bardem, que apeló a los que esa noche, y otras muchas, sentíamos nuestro corazón negro, nos obsequiaron con sus versiones de I Believe in Miracles, de los Ramones, y la típica Baba O’Riley, de The Who. La admiración de Vedder por estas bandas fue también una manera de demostrar que no sólo son grandes por sus composiciones, sino además por su forma de tocar. Y por sus tablas: el paseo final de Vedder entre un público enfervorizado posiblemente tuviera más de confraternización programada que de subidón de empatía, pero esto no deja de ser el show business, y Pearl Jam también son maestros en ello.
Con el final de Pearl Jam, Festimad Sur echó el cierre. El escaso cartel del resto de grupos del sábado, encabezados por unos decepcionantes The Used, hizo que la jornada estuviera casi exclusivamente centrada en la mítica banda de grunge; no obstante, antes del concierto final hubo actuaciones bastante interesantes, especialmente la de los contundentes Unearth, cuyo sonido trascendía con mucho los límites del estadio de fútbol de Butarque.
El día anterior, viernes, el público fue menos numeroso, aunque también entusiasta. Especialmente con Slayer, que demostraron la misma buena forma que hace dos años, en su anterior actuación en el Festimad. La apisonadora sónica de Tom Araya, Kerry King, Jeff Hanneman y Dave Lombardo desató la energía de los aproximadamente 7.000 aficionados al speed metal presentes. Dos horas de alaridos, guitarras aceradas y una batería demoledora acompañadas por el pogo bárbaro que se desató en las primeras filas. Sin lugar a dudas, la banda estrella del primer día de festival cumplió con nota su papel.
Entre el resto de bandas, menos conocidas, sorprendieron gratamente dos: los nacionales Enemy of Myself y los californianos Devil Driver. Los primeros ofrecieron las primeras notas de calidad de la jornada, con un hardcore potente y bien elaborado, demostrando que en España también hay buenas bandas de metal extremo. Los segundos, prácticamente desconocidos para el gran público, calentaron el ambiente de cara a Slayer a base de una contundencia sonora no exenta de virtuosismo. Entre ambos aparecieron los británicos Anathema, mucho más melódicos, con versión de Pink Floyd a cargo de una vocalista femenina incluida.
Aparte de los conciertos, Festimad Sur acogió una muestra de graffiti, en la que multitud de representantes de este arte de la calle pudieron plasmar su genio en forma de lluvia multicolor de cientos de sprays sobre 600 metros de lona en el exterior del recinto. Un graffiti para el Guiness de los Récords.
El balance de las dos jornadas es, ante todo, una vuelta al éxito de público del Festimad Sur. Sin llegar a la marabunta humana de 2003 y 2005, el festival por excelencia del sur de Madrid volvió a tener una asistencia masiva, debida indudablemente a la mayor calidad del cartel y favorecida por la ampliación del recinto y una organización bastante mejorada con respecto a años anteriores. Sólo se echó de menos que Metro de Madrid hubiera correspondido a la apuesta de la organización por el transporte público con un refuerzo de la línea que llevaba al festival, lo que hubiera evitado aglomeraciones y a una multitud desorientada, verse tirada en la estación de Alcorcón. Pero eso quizás sea demasiado pedir…

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