Radiografía de la semana mayor


Bien. Llega la Semana Santa. El púrpura nuevamente se apodera de las calles guatemaltecas. El aroma a incienso y a arrepentimiento forman un enorme anda que es transportado por los fieles en una ceremoniosa procesión que acapara la atención de la mayoría de católicos. Es un descanso. Descansan los motores de las grandes industrias. Descansan los chóferes y le bajan revoluciones a sus moribundas camionetas evitando morir por un quetzal de pasaje. Conviven en las enormes filas de tráfico, ayudantes, ancianos, madres y niños chillones. Chamuzquean en las calles los patojos en jornadas maratónicas dejando la tarea para el Domingo de Ramos (porqué no, todos lo hicimos). Descansan los colegios. Se duerme más de lo normal. Se viaja y se conocen nuevas personas. Los sancarlistas tratan de quitarse la goma del Viernes de Dolores. No hay bancos funcionando y se relajan los ánimos de los aquellos que perdieron sus quetzales, -aunque, seamos honestos, el dinero no está perdido, simplemente cambió de dueño y se transportó a un lugar más seguro en el extranjero-.La semana más esperada por todos. Hay más tiempo para convivir con la familia; para llorar a los que murieron en los asuetos anteriores; gritar al cielo desahogando las pasiones reprimidas, dormir más allá de las cinco de la mañana y no tener que jugarse la vida en la calle. Unos periodistas maldicen por haberles tocado el peor turno. Otros disfrutan en la playa más cercana y disfrutan también la satisfacción de apagar por un momento su celular y no recibir las trágicas noticias de todos los días. La cerveza abunda en los hogares guatemaltecos. Bienvenida la Semana Santa. Qué rico es el aroma a ramos, pan y vino. Que sabrosos son los almuerzos hechos con pescado seco bañados por recado. Ya pasan las procesiones. Esas coloridas caminatas sobre metros, kilómetros, de aserrín pintado, y dibujadas todo el sufrimiento de Jesucristo y la pasión que lo llevó a morir postrado en una cruz. Ahí, él. Esculpido en madera contempla a su parsimonioso rebaño congregado en las banquetas del centro histórico. Viendo derramar las lágrimas de las madres, los viejos. Ahí, desde ese pedazo de madera con esa sangre petrificada en sus manos, pies y pecho. Rodeado de ángeles diminutos hechos con la misma madera. Pasando por el Palacio de Gobierno, donde también hay un stand by en las carreras políticas. Talvez quien deberá estar pendiente de sus atribuciones sea nuestra nueva ministra de Gobernación, la señora Adela de Torrebiarte. Su semana mayor estará siendo discutida entre llamadas telefónicas y mensajes de apoyo mezcladas con advertencias propias del cargo que aceptó. Todo es Semana Santa. Los merolicos tendrán menos frío por las noches. Las ventas callejeras tendrán sus mejores momentos. Abundarán las ofertas de platillos tradicionales en las esquinas de la iglesias. Los trabajadores municipales tendrán más basura qué recoger. Todo es fiesta. ¡Viva el descanso! La alegría de las familias en la provincia tras recibir las tradicionales visitas anuales. Las abuelas no estarán tan solas y las arenas limpias. El pescado se convertirá en un producto codiciado y le saldrán alas de lo inalcanzable de los precios que les ponen. La Gallo almidonará las conciencias que querrán abstraerse de la realidad. Los viejos amigos se reunirán. Los bares impulsarán los pecados capitales. Los amantes se escaparán con sus parejas. Las aventuras del verano tendrán nuevos rostros, otras camas, amaneceres distintos. Mientras tanto Jesucristo de madera seguirá con su peregrinación en San Francisco, Santo Domingo y Catedral. Los penitentes y cucuruchos seguirán cargando bebés. Las mujeres y niños se cansarán de las pesadas andas. Los ladrones tendrán su período de gracia disfrutando de lo obtenido en las semanas anteriores, compartiendo con sus familias las ganancias de sus atracos. Los niños tendrán ropa nueva. Mucho calor. No cabe duda que nuestra Semana Santa es única. Tiene un colorido de lo más peculiar. Y como no haré novenas ni escucharé a Maritza Ruiz y compañía narrando los recorridos me conformaré con contemplar en televisión y en fotografías parte de nuestras tradiciones anuales. Para bien o para mal, de las más ricas y hermosas del mundo.

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