Como la primera vez


Hay tantas cosas que uno asimila, para toda la vida. O por lo menos hasta cuando desee deshacerse de esos recuerdos (imposible). Pero bien, tengo aún fresco aquella vez que logré conducir bicicleta sin rueditas; cuando llegué a la escuela sintiéndome un completo extraño; ese roce de labios del primer beso; la primera vez que abordé un autobús; cuando hablé en público y sudaba como cerdo (cosa que para ser franco, aún lo hago). Innumerables momentos que se quedan grabados en la memoria, celosos del tiempo. Recientemente se me han agregado tantos nuevos que tengo que ordenarlos, como mi primer (espero yo que sea así) viaje trasatlántico; el primer guatemalteco en pertenecer a esta maravillosa promoción del Programa Balboa y uno de los más importantes: ver escrito mi nombre en una página. Sentir el olor de la tinta que le da forma a las letras que calzan una nota. Claro, he publicado muchas cosas en Guatemala (que conste que no quiero pecar de jactancioso), pero nunca en España, y si bien no fue una noticia que cambió los rumbos políticos, económicos y culturales, me dio una satisfacción que hoy comparto. Sentir que de 50 mil revistas que circulan, por lo menos diez personas leerán las debilidades mentales que escribís, y de perdida observen lo curioso que es tu nombre. [Ah, es que esa es otra historia. Nunca pensé que mi nombre despertara curiosidad acá. Cada que tengo que presentarme debo repetir la entonación de E-s-w-i-n y resaltar que se escribe con “s” y no con “d” como el original anglosajón. Creí que me escaparía de esas explicaciones que debo hacer cuando pido una factura y reirme de la forma en que lo escriben (han puesto Ervin, Edwing, Esvin, Esguin, pero el más curioso ha sido Edguing), o es que lo digo mal yo, o que tengo un nombre tan fenomenal que es difícil escribir ¿?].
En fin, compartía esa sensación inusual que despierta sentir el efecto de la primera vez. La sensación variopinta que hace imposible retener una sonrisa leve que quiero hacer de conocimiento general.

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