No siempre es bueno quedarse callado

Las aguas que se salieron del cazo en el Congreso de la República. Órgano que no goza de buena salud y con cada legislatura su enfermedad parece que empeora cada vez más. Esta semana nuevamente el edificio de la novena avenida y sus habitantes estuvieron en el centro del huracán, cuando seguidamente se conoció del nivel de corrupción que se maneja.

Es frecuente que a las administraciones políticas de Guatemala se les descubran casos de corrupción. Algunas se deducen por el manejo de fondos y las inversiones sospechosas que realizan, otras salen a la luz pública cuando sus enemigos políticos, con información de primera mano, la filtran a la prensa para que se debata a los ojos del ciudadano.

Y, todo apunta a que los gobiernos (en este caso, en su cara legislativa) no se escapa de este tipo de casos. Suele pasar que los escándalos borran del panorama político todo intento de progreso impulsado desde cualquier órbita, pero en este caso como está configurada la estructura política de Guatemala, daña con creces a la izquierda que a la derecha de toda la vida.

La UNE no está exenta de ser un ente fiscalizado permanentemente, más cuando su profesión ideológica despertó más dudas que soluciones. Así, cualquier minúscula sospecha recae en un verdadero escándalo.

Y aquí, el escándalo ocurrido en los recientes días viene a dañar la imagen del curso del proyecto solidario impulsado por Álvaro Colom, más cuando el señalado es de sus más cercanos, me refiero al actual presidente Eduardo Meyer.

Los escándalos degeneran en quebradizas relaciones entre los artífices del escándalo y los ofendidos (ciudadanos y opositores políticos) y cada consecuencia de dichos actos anómalos reafirman las interdependencias y complicidades.

Meyer, le ha dado vida a un personaje poco carismático. Su hermetismo hacia sus colegas de hemiciclo y su distanciamiento con la prensa no fue su mejor estrategia. Ocultar información sin duda alguna levanta sospechas a pensar muy mal de alguien. Para su mala suerte, las cosas salieron a la luz muy pronto.

Este vespertino se pudo jactar de detallar la cantidad que eroga la Presidencia para sostener a un número extenso de asesores un día después de que éste se negara a brindar dichos datos. En esos días, el mismo Presidente se enteraba de una transacción dudosa en donde los ahorros amasados con el dinero del pueblo se trasladaron a una casa de cambio a manos de su mano derecha. Lo destituyó y quiso limpiar su nombre, pero fue muy tarde.

Probablemente ese dinero retorne, pero deja entrever que los manejos anómalos no han desaparecido del imaginario del guatemalteco, convirtiéndose la corrupción en un deporte favorito por los políticos de todas las esferas.

Lo ocurrido en el Congreso es un golpe que deberá ser atendido por el equipo de la UNE, porque son ellos quienes al final pagarán el pato del daño hecho por uno de sus altos miembros. La lección es evidente: Meyer aprendió, en sus últimos días como político (dijo que abandonaría su carrera al terminar la legislatura) que el que calla otorga y cuando se ostenta una batuta tan delicada, lo que vale armarse con las personas idóneas y no de aquellas a las que se les debe favores políticos como a su ahora ex secretario prófugo. Y, no siempre es bueno quedarse callado. Lección aprendida.

Comentarios

Quimera dijo…
.... Nada que ver mi comentario... pero Radiohead es mi banda favorita y esa canción me recuerda a mi... solo quería comentarlo dado que hay 4 videos de la misma rola

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