Hacerse escuchar

Las manifestaciones han sido la manera, más o menos democrática, que tiene la población para plasmar su inconformidad. Efectiva o no. Al final de cuentas, se constituyen en la catarsis colectiva ante la opresión de un sistema, que si de algo carece es de justicia.

Se ha demostrado –o al menos, así se encuentra en los periódicos—que las vías del diálogo no han solucionado mayores cosas en el país. La estrategia de disolver las revueltas populares con las llamadas mesas de negociación han quedado únicamente en eso: meras intenciones de soluciones compartidas.

Así, las vías de hacer valer el sentimiento de descontento, añejado con el desconsuelo, se reducen a salir a las calles, aunque eso conlleve lastimar el derecho de locomoción de los demás guatemaltecos que padecen la crisis con grados más o menos tolerables. Pero de eso se trata la protesta, generar molestia para hacerse escuchar.

A todo esto, y lo digo a propósito de la disolución de la protesta en Fraijanes utilizando la fuerza con olor a gas lacrimógeno, es que una administración pública que a cada momento hace alarde de su política de izquierda, no debe olvidar que uno de los principios básicos de esa orientación ideológica es la reivindicación de la clase trabajadora: los pobres, para ser más puntuales.

Es cierto, que fue impuesto por quince días un estado de Prevención en el que se restringía el derecho a la manifestación, también es cierto que es la única forma de hacerse escuchar en contra de los abusos que se cometen al incrementar, sin respaldo legal, el valor de un servicio. Sino, basta ver que se logró que se retrocediera en el incremento de Q1.50 que pretendían.

Poco se ha hecho para reducir las desigualdades en el país. Los partidos que han hecho fila en los escenarios de derechas y gobernado a quienes se deben, no han sabido sacar al país de esas miserables listas de subdesarrollo, aunque sus números, cifras y estadísticas digan lo contrario.

Nomás bastaba observar las imágenes recientes de la televisión, y de ese modo ver que los “violentos manifestantes” a quienes la policía reprendió con lujo de intolerancia, el único pecado que cometieron fue ignorar el estado de Prevención, pero ¿Y qué otra? O era eso o pagar lo que les habían impuesto los transportistas. Las opciones eran mínimas.

Los efectos de la desaceleración económica y el disparado precio del petróleo evidentemente lastiman a los países como el nuestro, y es pertinente encontrar los acuerdos con las minorías que tienen a su poder la estructura económica y que gozan del privilegio de imponer precios para no reducir su margen de ganancia.

Por tal razón, la reconstrucción del Estado fortaleciendo sus instituciones limpias de corrupción, y colocándole una armadura democrática, igualitaria, pero sobretodo justiciera, permitirá establecer el rumbo hacia el bienestar social, estableciendo escenarios de respeto a los derechos fundamentales de los guatemaltecos.

Reducir las desigualdades y las injusticias, no obligará al desposeído a utilizar el único recurso de manifestación a su alcance: las protestas callejeras, como un grito de desesperación.

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