Se buscan diputados
El vaso de la credibilidad --si es que alguna vez lo hubo-- está llegando al fondo. Tan sólo con mencionar el nombre del "Congreso" una retahíla de adjetivos nada agradables se enlistan entre la población. Y no es que la institución sea mala, pues como organismo es necesario para el sostenimiento de la gobernabilidad y la democracia, los malos han sido quienes en ella habitan. Desde que se tiene uso de razón, las nuevas generaciones no hemos conocido noticias agradables que emanen de ese edificio ubicado en la novena avenida de la zona 1.
Son 158 motivos de discordia. Salvo algunos diputados que andan pululando por allí tratando de pelear contra la corriente, la mayoría de dignatarios tienen trapitos que terminan de ensuciar la decadente labor legislativa. Escándalo tras escándalo empañan el trabajo para el que han sido electos, en unos comicios que si bien no son del todo democráticos, sí han hecho que la población con marcar una boleta les den el beneplácito para cumplir con el mandato constitucional de cuatro años. O, la forma más fácil y rápida de enriquecimiento que existe.
He escuchado en la calle, en algún bar, camioneta, baño público, cafetería o cantina de mala muerte, alguna de las soluciones urgente y necesarias que podrían ser tomadas en cuenta. Realmente la lista es más gorda, pero resumiré lo en cinco, básicas, urgentes y más o menos realistas:
1. Equiparar su salario con uno más o menos digno de un funcionario en un país dominado por la pobreza. Si un diputado representa a un sector del país que sea él quien pongan el techo de cuánto ganará. Podría ser por ejemplo, cinco veces un salario mínimo inicial con un incremento del 10% anual de acuerdo con su rendimiento justificado.
2. Que tenga requisitos académicos mínimos. Garantizar que exista profesionalismo en cuanto a temas legislativos y confiar que su trabajo no amerita de un abanico gordo de asesores. Ese sería también un respaldo para que su firma en cada decreto o iniciativa tenga el peso suficiente para reclamar por lo que en las leyes se pretenda.
3. Fiscalizar sus jornadas laborales. Ser más exigentes con el cumplimiento de su contrato laboral, si es que lo tienen o lo firman. Revisar su horario de entrada y firmar documentos que lo compromentan a respetar el inmobiliario y enseres que se le otorguen con el compromiso de reintegrarlo al finalizar su período. Que cumpla con las ocho horas diarias y si se extiende tendrá derecho a horas extras. Las vacaciones serán 15 días cada año y no habrá recesos de ningún tipo.
4. Para comunicarse se les garantizará tarjetas telefónicas. Los teléfonos celulares serán propiedad de cada diputado y se les otorgará el derecho del servicio prepagado cada mes. El dignatario tendrá Q500 mensuales y podría recargar en días de "doble", "triple" o "cuádruple" saldo, así tendría extensiones. Tampoco se limitará el consumo de combustible, seguridad y otras garantías que hoy gozan.
5. Serán sujetos de revisión de su contrato. La población que representa deberá, cada año, hacer una evaluación de su trabajo para convenir si conviene o no la extensión de su contrato. El diputado tendría que entregar un informe de su rendimiento laboral que incluyan viajes al extranjero, reuniones y experiencia adquirida.
Sí, probablemente sean utopías, pero dígame usted si quien quisiera llegar a ocupar una curul se lo pensaría, y, algo mejor, se garantizaría que los diputados electos trabajarían por vocación política y con el empeño de hacer del país algo distinto a lo que actualmente es. ¡Ah! Y no habrían inversiones anómalas de algo como Q82.8 millones que tal parece se no volverán.
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