Una reunión de amigos
Diez años ha. Veinticinco inquietas y emprendedoras almas fueron reunidas en un recinto académico para encarrilarse a un camino de éxito, o al menos, a lo más cercano que se le parezca.
Finalizaban los últimos meses de 1997, y luego de una, qué sé yo, exhaustiva selección (con algo de azar, talvez) lograron coincidir bajo el nombre de Puba, a un grupo de minuciosos estudiantes con alcances académicos singulares y fueron presas de un intensivo programa de bachillerato que marcó, de una u otra forma, el hilo conductor de sus vidas.
Se habían alejado, a vivir su vida, luego de aquella privilegiada experiencia. Digo privilegiada porque durante dos años y algunos meses aquella vivencia entonaba la melodía diaria en las aulas del Colegio Americano de Guatemala, CAG, que los veía transitar de salón en salón, pasillo en pasillo, cancha en cancha, autobús en autobús, libro en libro mientras, sin pensarlo, se amasaba una amistad que, diez años después, aún permanece tan inquieta como aquella vez.
Pero en aquella ocasión, no eran tan capaces de suponer qué nos depararía el destino, pero si alguien se atrevía a preguntar si eran felices, creo que en un mismo tono responderían "seguro que sí", o viéndose a los ojos se consultarían la respuesta para coincidir en que pasaban los mejores años académicos de sus vidas.
Ahora son diez años más viejos y más sabios. Cada uno tomó su camino, siempre de la mano del conocimiento se han servido con la cuchara grande gracias a aquel empujón que revivieron, y reviví con ellos, hace algunos días en una prolongada tertulia al calor de un filete asado. Esa joven promoción de pubas hoy se ha transformado en un abanico profesional, cada uno en lo suyo, pero con un común denominador de conciencia social que dibuja su porvenir.
Y es que soplo las nubes de la memoria para recapitular esta década, donde ya alcanzamos el cuarto de siglo de edad. Somos menos ingenuos y más insatisfechos, menos impetuosos y más reflexivos, menos conformes y más necios. Pertenecientes a una generación que sumergida en la información globalizada nos impide asimilar una realidad desdibujada por nuestros predecesores.
Guatemala es distinta a como la contemplábamos dos lustros atrás, diferente pero con las mismas enfermedades que nos obligan a reconocer la necesidad de modificar nuestro entorno, armonizar las almas que nos circundan y arremeternos en la búsqueda de la felicidad. Sin complejos, perjuicios, moralismos y otros males que nos impiden acercarnos a lo que más se le parezca al éxito. Parabienes para Úrsula (y la bella Antonella), José, Heber, Andrés, Elena, Emily, Lorena, Douglas, Óscar, Josué, Juan José, Samuel, Samuel, Érick, Érick, Edson, César, Ramiro, Víctor, Karla, Bárbara, Mario, Vinicio y Sarvia, promoción de pubas de 1999.
Finalizaban los últimos meses de 1997, y luego de una, qué sé yo, exhaustiva selección (con algo de azar, talvez) lograron coincidir bajo el nombre de Puba, a un grupo de minuciosos estudiantes con alcances académicos singulares y fueron presas de un intensivo programa de bachillerato que marcó, de una u otra forma, el hilo conductor de sus vidas.
Se habían alejado, a vivir su vida, luego de aquella privilegiada experiencia. Digo privilegiada porque durante dos años y algunos meses aquella vivencia entonaba la melodía diaria en las aulas del Colegio Americano de Guatemala, CAG, que los veía transitar de salón en salón, pasillo en pasillo, cancha en cancha, autobús en autobús, libro en libro mientras, sin pensarlo, se amasaba una amistad que, diez años después, aún permanece tan inquieta como aquella vez.
Pero en aquella ocasión, no eran tan capaces de suponer qué nos depararía el destino, pero si alguien se atrevía a preguntar si eran felices, creo que en un mismo tono responderían "seguro que sí", o viéndose a los ojos se consultarían la respuesta para coincidir en que pasaban los mejores años académicos de sus vidas.
Ahora son diez años más viejos y más sabios. Cada uno tomó su camino, siempre de la mano del conocimiento se han servido con la cuchara grande gracias a aquel empujón que revivieron, y reviví con ellos, hace algunos días en una prolongada tertulia al calor de un filete asado. Esa joven promoción de pubas hoy se ha transformado en un abanico profesional, cada uno en lo suyo, pero con un común denominador de conciencia social que dibuja su porvenir.
Y es que soplo las nubes de la memoria para recapitular esta década, donde ya alcanzamos el cuarto de siglo de edad. Somos menos ingenuos y más insatisfechos, menos impetuosos y más reflexivos, menos conformes y más necios. Pertenecientes a una generación que sumergida en la información globalizada nos impide asimilar una realidad desdibujada por nuestros predecesores.
Guatemala es distinta a como la contemplábamos dos lustros atrás, diferente pero con las mismas enfermedades que nos obligan a reconocer la necesidad de modificar nuestro entorno, armonizar las almas que nos circundan y arremeternos en la búsqueda de la felicidad. Sin complejos, perjuicios, moralismos y otros males que nos impiden acercarnos a lo que más se le parezca al éxito. Parabienes para Úrsula (y la bella Antonella), José, Heber, Andrés, Elena, Emily, Lorena, Douglas, Óscar, Josué, Juan José, Samuel, Samuel, Érick, Érick, Edson, César, Ramiro, Víctor, Karla, Bárbara, Mario, Vinicio y Sarvia, promoción de pubas de 1999.
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