El timonel que merecemos

La trillada frase de que "el pueblo es el que decide" suena tan bien que se recuerda cada cuatro años como una motivación para votar, pero se olvida de tal determinación popular mientras se toman decisiones que muchas veces contravienen al beneficio colectivo.
Pero todavía no hemos, ni siquiera intentado, sacudirnos el pésima hábito de fabricar altas expectativas acerca de nuestros políticos, otorgándoles potestad de nuestro futuro. ¿Y por qué estamos como estamos? Simplemente porque queremos estar así. Y es que el dicho de que "cada pueblo tiene el Gobierno que merece", siempre encaja perfectamente en nuestra sociedad. Y en estos días de campaña es oportuno auto cuestionarse cuál es el tipo de timonel que merecemos.
Me causa insatisfacción girar en la mente esa punzante idea de que aún tengamos en nuestros pueblos gobiernos injustos que necesitan de muchos y garantizarse el trabajo para pocos. Basta con levantar la cabeza y ver alrededor para justificar ese desencanto personal, y constatar que el avance al que hacen referencia las pancartas corresponden a un imaginario fuera de esa realidad que se desdibuja con la ilusión de que un nuevo mandato traerá a un Cid Campeador postmoderno que llevará al país a la cima en cuanto a calidad de vida se refiere.
Es bueno no dejarse seducir por las caritas acicaladas y salir de ese gélido estadio de acomodamiento, resignación, debilidad, interés personal y falso compromiso, y exigir a los aspirantes al fruto prohibido, mayor compromiso y menos bla, bla, bla.
También uno tiene su corazoncito. Y si nos vemos en aprietos de elegir entre dos males, lo que más sanamente nos corresponde es elegir el mal menor.Y es que fácilmente se puede llegar a detestar estos días de avalancha panfletera de ofertas, chantajes cargados de "buenas intenciones", que se repiten incansablemente por radio, televisión, prensa y hasta en la misma calle, cada cuatro años sin una propuesta realmente interesante. Por eso uno se ve obligado a votar "por el menos peor" y no sentirse miserable y con culpa de la catástrofe nacional.
Creo que es bueno tomar en cuenta que aún estamos con tiempo para no caer en la trampa y darle el beneficio de la duda a todos los perfiles que se postulan para el mayor cargo del país. Habrá que hacer un pequeño juicio histórico y analizar cada carpeta de ofertas y propuestas antes de decidirse por la mejor cancioncilla, mejor peinado o mejor discurso.
* Portada del Suplemento Político de La Hora

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