Inmigrante
Las historias de los inmigrantes llegan, se imprimen, circulan y muchas veces no se perciben con la seriedad del caso. Tiene que ocurrirle a uno para entender el sentimiento de frustración y de humillación al ser perseguido y visto como un delincuente, un intruso que usurpa tierras ajenas, decorolando los trazos de pureza en el país "invadido". Cuando ingresé a Madrid, me detuvieron dos veces en el Aeropuerto de Barajas unos policías migratorios, y con prepotencia me exigieron los documentos preguntándome de dónde venía y a qué viajaba a España. Dudaron de mis respuestas, sin embargo, los papeles decían todo: “Otro latino más”. Obvié en su momento esas palabras, quería evitar cualquier mal momento que afectase mi estancia y el trabajo que tenía por delante, lo comenté nomás con los compañeros en forma de broma y anécdota leve de viaje, sin imaginarme que tenía que enfrentarme reiterativamente a experiencias similares. El fin de semana pasado, cuando disponíamos a abordar el t