Cama 275
Cama y sábana del Seguro Social en la zona 9. (Foto tomada del archivo de elPeriódico ) En el hospital, el tiempo no transcurre igual. Por momentos, se detiene. A veces, también mete el acelerador y camina sin dejar rastro. En el hospital, la Muerte aguarda paciente en las sillas de los pasillos. Pide suero para aguantar despierta la noche y bebe café hecho en las viejas cafeteras industriales que producen litros de líquido que sirve para amortiguar, como placebo, el dolor de los medicamentos que reciben los huéspedes habituales. En el hospital, no hay día, ni noche. La luz artificial confunde los débiles rayos que atraviesan las cortinas de las habitaciones. Esas viejas cortinas doradas por el polvo y decrépitas por el sol. Ventanas que son cuadros de luz, y nada más. En el hospital, no hay distinción. Quienes entran son despojados de sus ropas y asisten a los quirófanos desnudos. Con la mirada curtida por el dolor. Sin teléfonos inteligentes, ni relojes caros. Desnudos,