El mundo tiene hambre, pero nadie se pone de acuerdo
Protesta de jóvenes ambientalistas en contra de la reserva de los líderes mundiales para asumir compromisos en la cumbre Río+20. (Foto: Eswin Quiñónez) |
SAN JOSÉ DE COSTA RICA (EN TRÁNSITO HACIA GUATEMALA) - Líderes
mundiales se congregaron en un blindado recinto en Río de Janeiro para discutir
los problemas ambientales que más afectan a las comunidades vulnerables.
Qué pena
que un tercio de los alimentos producidos en el planeta se pierdan antes que
lleguen al mercado. Qué pena que sean los desastres naturales intensificados
por el cambio climático los que afecten, sobre todo, a quienes dependen del
agro para sobrevivir. Qué pena aquí, qué pena allá, se lamentaron mientras eran
consentidos con los más altos estándares de recepción en la ciudad carioca.
Esta semana
participé en uno de los cursos de la Fundación
Thomson Reuters en Río de Janeiro, Brasil, para ser capacitado sobre la
cobertura de eventos de la categoría de la cumbre Río+20 que terminó el viernes
en esa ciudad.
La cumbre,
por sí misma no deja de ser interesante, cuando instituciones de la talla de
Greenpeace, WWF, FIDA, FAO, etcétera, presentan estudios sobre la situación
ambiental en el mundo, y las propuestas sobre cómo deben trabajar los Estados
para asumir roles que detengan el deterioro del planeta y resuelva uno de los
problemas elementales de la humanidad como es el hambre.
Sin
embargo, y aunque se hacen millonarios gastos para reunir a líderes del planeta
y sus delegaciones, es preocupante que pocos compromisos reales se asuman, y
peor aún, que los felices términos se diluyan cuando los documentos llegan a
las realidades de cada nación y se archiven en las estanterías del olvido.
En una de
las reuniones, me topé con la lideresa indígena Otilia Lux de Cotí, quien
participó en la presentación de conclusiones de los pueblos indígenas del mundo
y que pretendían se incluyera en el
documento final de Río+20.
La señora
Lux de Cotí fue enfática en decir que mientras Estados administren de manera
favorecedora a empresas monopólicas y mientras los recursos que reciben por
medio de fondos internacionales no lleguen con fuerza a las comunidades afectadas, el problema de
la degradación ambiental y la pérdida de cultivos por tierras dañadas, no se
resolverá pronto.
Los pueblos
indígenas, como representantes de la parte de la población que sufre de manera
directa el problema del hambre y los daños ambientales, alzan con propiedad la
voz de alarma para que aquellos países responsables de la contaminación y el
desabastecimiento de recursos asuman su papel en proteger a la Madre Tierra.
Para mí,
resulta una paradoja que el problema de la crisis alimentaria y el ecosistema
sea discutido en un ambiente de lujo, en donde los más afectados tengan una
participación marginada y que se defienda una soberanía absurda en un problema
que si sigue ese ritmo en cualquier momento nos tocará pagar el pato a todos.
El mundo tiene hambre, ¿es difícil entender eso?
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