Más que periodistas


En mi breve camino sentado frente a una computadora y andando tras historias y estrofas de vida cotidiana, me he topado con charlatanes que sacan de este lindo oficio un tajo para su matate que más allá de construir un periodismo sólido lo desconfigura y crea estereotipos que dañan el trabajo de muchos otros que hacen de la libreta un verdadero orgullo.

Pero no me detendré a llenar este espacio enumerando las consecuencias que generan este tipo de personas que se convierten en el cáncer que termina de enfermar el entorno de los buenos periodistas. Más bien pretendo hacer un homenaje casi inexistente del trabajo de los colegas que sobreviven en este medio guatemalteco, que no está de más decirlo, no se salva de los grandes males de toda la región.

Guatemala, caso particular, hubo viejos colegas que fueron silenciados física y moralmente. La historia tiene en sus páginas nombres de valientes reporteros que con su trabajo aportaron un ladrillo en este muro inconstruible de la democracia. Sus voces, quien aún las recuerda, son sonidos trepidantes que buscan imitaciones en este ambiente asfixiante.

Este válido derecho de expresar los sentimientos tiene olor a sangre de indígenas, campesinos, estudiantes, sindicalistas, obreros, periodistas. Ellos lograron ganar una batalla pero en la pelea por la libertad plena y el bienestar general aún tiene sus aristas. Hay remanentes de poder que impiden abrir brechas para el progreso como nación, y son esas sombras que empañan el desarrollo del oficio.

También cabe un espacio de autocrítica. Vale decir que tenemos nuestras debilidades, y que somos parte de la mala construcción de la sociedad y nos adaptamos a ella para sobrevivir. Hay vicios que están en proceso de corrección y que conforme pasan las generaciones se han visto nuevos cambios y se dibujan características distintas de un nuevo periodismo que, a paso lento, va tomando ritmo y forma.

Un periodismo distinto, agradable y con mejor calidad, y ya hay nombres que entran en una lista de promesas que nomás hace falta el impulso de quienes los acogen para invertir en su profesionalismo y que repercuta en la oferta periodística en general. Porque acá sobrevive el que puede y como puede.

La historia ha cambiado y en un ambiente un poco más libre vale la pena reconocer los fallos en el oficio y trabajar en las fortalezas. Todo depende del propio periodista que quiera hacerlo y sentirse realmente en una piel de periodista sabiendo reconocer el poder que tiene una libreta y un lapicero frente a otra persona.

IMAGEN TOMADA DE ESPARTERO.BLOGIA.COM

Comentarios

Unknown dijo…
Quizás me dedique a la comunicación periodística, ¿Quién otorga trabajo al "rebelde", aunque cuesta pero sólo siendo subordinado puedes ser asalariado.

Saludos cordiales

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