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Mostrando las entradas de 2011

Como cambiarse de calzoncillo

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Uno ya no sabe si culpar a los políticos y al sistema. O a la inversa. Y si bien el marco legal es permisivo o, para ser más exactos, estúpidamente permisivo, hace que nazcan, crezcan y se reproduzcan como conejos las agrupaciones políticas al mismo ritmo en que duran los procesos electorales. Aunque parezcan distintos partidos políticos detrás de ellos y en muchos casos abanderándolos están las mismas caras que en otro momento han desprestigiado la mal llamada democracia guatemalteca. Estos viejos zorros se venden de nuevo con los rostros del cambio, como si no fuera un discursillo, que además ya huele a pasado de moda. Cada cuatro años, cuando nos acordamos que hay que elegir autoridades, nos damos cuenta que nada ha cambiado. Solo los colores, los dibujos en los logos y las cancioncillas. El resto, el esqueleto es el mismo. Así, como electores quedamos siempre en la disyuntiva entre votar por el menos peor o votar por quien jura será el paladín del cambio social. *** Digamos que no

Un buen faro

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El premio Ortega y Gasset obtenido por los periodistas salvadoreños de El Faro es un acicate para impulsar el periodismo centroamericano y animar a países, como Guatemala, que empujen su profesionalismo hacia contar las historias reales, cotidianas y no sumergirse en un bucle constante de cobertura plana. Quien ya leyó El criminalista país de las últimas cosas encontró un relato desgarrador en voz del único investigador criminalista salvadoreño, que le va abriendo paso al periodista Carlos Martínez para hacer un retrato de la violencia absurda que acumula cadáveres y los esconde bajo tierra. Con la compañía gráfica de Bernat Camps, la investigación multimedia ofrece un texto amplio y detallado, fotografías impecables y videos donde el mismo protagonista imprime el alma de la investigación. No es la primera vez que El Faro sorprende con trabajos de calidad periodística. Hay en su archivo digital material digno de consulta y valoración profesional, pero hay también, un camino trazado

Se nos quema la vida

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No recuerdo, digamos, cuándo fue que el terror ha pasado de la ficción a la realidad. Cuándo se vino a teñir de rojo una sociedad que se ha convertido en un espejo del miedo. De cadáveres que viajan en buses, que toman café, que tienen empleos y familias. Cadáveres que duermen, respiran y piensan acariciando a la muerte, cadáveres en potencia. El desgarrador llanto de Jorge Efraín Cac Gutiérrez, un taxista de profesión y padre de familia por decisión, quien en menos de media hora le asesinaron a su familia, golpea hasta el tuétano y nos vuelve a desnudar frente a una cosecha de imágenes tétricas de una historia cuyo desenlace ya es difícil de predecir. Una historia de nación que ha hecho perder nuestra capacidad de sorpresa, de humanización. Hastío. Ese sentimiento desolador de incapacidad. Narraciones que venden periódicos y ganan audiencia, que alimentan el terror. Uno pierde las ganas, de verdad, de defender lo indefendible. De beneficiar con la duda respuestas que se alejan de la r