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Mostrando las entradas de diciembre, 2007

Esto ya es Sodoma

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Las ráfagas hicieron mella en mi conciencia. No soy muy aficionado a las películas de acción a lo vos-me-disparás-y-yo-te-respondo, excepto cuando una buena melodía acompaña las escenas. Pero, el caso es que no se trata de ficción, aunque así lo pareciera. Esta historia forma parte ya del imaginario guatemalteco y confirma lo que en el extranjero hablan de nosotros: Un país inseguro. Y es que la madrugada del sábado conmocionó, no sólo a los habitantes de la colonia Prados de Villa Hermosa, sino a todos. Eso es seguro. Con la camisa de periodista recelé no estar escuchando los decibeles de los plomazos y sentirme como un corresponsal en pleno conflicto bélico, observar el sube y baja de los policías y la resistencia de los asaltantes. Estar allí y sobrevivir para contarlo de primera mano. Pero con la camisa de civil, lancé todo un jolgorio de ruidosos lamentos por sentir impotencia ante este tipo de situaciones. De película. Creo que tiene mucha razón el comisionado de Turismo, Wi

Cabeza

Es fácil perder la cabeza. El problema es que cuando aparece, ya no es la misma, por cosas de continuidad viene cargada de pensamientos indescriptibles que te obliga a sentarte y ordenarlos, seleccionarlos y echarlos a la basura de las ideas. Me pasa muy seguido eso, y para ser franco me gusta cuando la cabeza se encuentra en ese estado de letargo, abstraída y viajando por lugares en que mi cuerpo no se ve afectado, creo que es una buena forma de sentirse en paz. La cosa es que son pequeños momentos en las largas jornadas, y de pronto, ¡zaz! se pega nuevamente en el armatoste conectándose con la telaraña de emociones que crispan el inconsciente y sofocan nuevamente el ritmo de vida. Me gusta sentirme ocasionalmente en el aire. Levantarme, comer, salir, caminar atravesando el viento, conversar con desconocidos, halagar el color de sus camisas y reírme por el mal chiste que contaron. Comprar un café y sonreirle a la mesera mientras contemplo su figura delineada por el delantal. Llevar e

Porque los infantes no son mercancía

Todavía es tiempo. Aún pueden reivindicarse con la aprobación de la Ley de Adopciones y, de ese modo, poner fin a un mercado de infantes que genera millones de dólares al año. Nomás oigan la súplica popular. Es que un niño no es una mercancía. Es inconcebible suponer que permanezcan en anaqueles listos para exportarlos, con papeles limpios, y cambiarlos por un manojo de dólares. Hay estimaciones que este negocio genera al menos US$ 200 millones cada año. Sólo en el 2005 salieron de Guatemala 4 mil 048 infantes (en su mayoría, rumbo a Estados Unidos) y en lo que va del año sobrepasan las cuatro mil solicitudes para adopción en la Procuraduría General de la Nación. La adopción es una acción humanizadora. Otorgarle un hogar a un niño desamparado significa dignificar una vida y merece reconocimiento, sin embargo, cuando detrás de ello existe una telaraña de mafias y criminales se convierte en un olor vomitivo. Repugnante. Hay un eco popular en el tema y es buen momento para actuar, es

Despellejados

Luego nos preguntamos sobre la capacidad que tenemos los seres humanos para ser violentos, bien lo dijo el filósofo francés "son insensatos los hombres a los que una violencia respetada acaba por parecerles un derecho". El siguiente video lo reprodujo la organización PETA y capta el momento en que son despellejados unos animales. Su contenido es fuerte pero vale la pena verlo para despertar conciencia sobre el sufrimiento de los animales. http://www.petatv.com/tvpopup/video.asp?video=fur_farm&Player=wm&speed=_med

Una reunión de amigos

Diez años ha. Veinticinco inquietas y emprendedoras almas fueron reunidas en un recinto académico para encarrilarse a un camino de éxito, o al menos, a lo más cercano que se le parezca. Finalizaban los últimos meses de 1997, y luego de una, qué sé yo, exhaustiva selección (con algo de azar, talvez) lograron coincidir bajo el nombre de Puba, a un grupo de minuciosos estudiantes con alcances académicos singulares y fueron presas de un intensivo programa de bachillerato que marcó, de una u otra forma, el hilo conductor de sus vidas. Se habían alejado, a vivir su vida, luego de aquella privilegiada experiencia. Digo privilegiada porque durante dos años y algunos meses aquella vivencia entonaba la melodía diaria en las aulas del Colegio Americano de Guatemala, CAG, que los veía transitar de salón en salón, pasillo en pasillo, cancha en cancha, autobús en autobús, libro en libro mientras, sin pensarlo, se amasaba una amistad que, diez años después, aún permanece tan inquieta como aquella vez